domingo, 16 de septiembre de 2012

Su espacio-tiempo - parte 1

 



        Recostado, sobre la robusta superficie del tronco de su roble preferido, aquel que había distinguido desde niño sobre el resto del pequeño robledal junto al rió, permanecia, silencioso, pensativo y risueño.

        Desde hacia tiempo había acordado consigo mismo un pacto anti-estrés, en el  que una vez al mes se daba el paréntesis pertinente en su incansable actividad laborar, familiar y social y durante unas horas se alejaba a su rincón preferido, su pequeño refugio de la infancia, su resguardo frente al mundo en su adolescencia, su pequeño búnker en su atareada madurez y su lugar de esparcimiento en su anhelado mundo de ensoñación.

       Debía de ser inquebrantable, y apareciese la cita, reunión, celebración o cualquiera otra actividad social más o menos importante en su vida, seria aplazada o suprimida, para respetar aquel gran día de su propia existencia, aquella puesta a punto de sus energías, de su recopilar datos, de analizar hechos o tan solo de dejar flotar la imaginación, mecido por el humo blanco del cannabis que frecuentaba conseguir, gracias a la generosidad de su buen amigo Robert, que con mimo y tesón cuidaba varias plantas para uso personal y de amistades varias.

       La botos camperos ennegrecidos,  asomaban valientes por las cañas de los baqueros desgastados que  mes tras mes utilizaba para esos momentos, como si de una excelsa etiqueta se tratase para realizar tal actividad; vieja camisa de cuadros, que alternaba dependiendo de la estación en curso y
junto a él, un libro de poemas. Aquel que habría adquirido espontáneamente en una de sus fugaces pero relevantes incursiones en la librería de su buen amigo Jonas, quien como el personaje bíblico, vivía entre centenares de libros de todos los estilos, formatos y extensiones  y buenas amistades, en su excelsa y cuidada librería " La ballena".

        Generalmente le acompañaba algún tipo de bebida alcohólica. Debido a su faceta deportiva, era otro de sus placeres prohibidos, al igual que fumar, por lo que siempre se acompañaba o de un benjamin de algún buen cava o espumoso elegido, o su vieja y cuidada petaca repleta de buen whisky de malta con el que humedecer su boca y sus labios y asi evitar su resequez mientras leía en voz alta algún poema de, por ejemplo,  Luis Alberto Cuenca, autor que ultimamente le había recomendado su enigmática amiga Sol.

       El tiempo pasó, las lecturas se sucedieron, varios pitillos sorprendidos,  a la vez que mal liados, sucumbieron a su abstracta sed, mientras su verdadera abstinencia, era abortada durante ese lapsus de si mismo. No se consideraba reprimido el resto del tiempo, simplemente selectivo, y utilizaba, vivía y disfrutaba el mundo como mejor el veía, sin molestar, dañar o juzgar a nadie. Se ofrecia en cuerpo y alma a su mundo, su familia y sus amigos, pero por ello respetaba su momento de tranquilidad, tumbado y relajado sobre la hierba fresca, junto a su querido Oak, como lo llamaba desde que hace años en su niñez, descubriese su significado en Inglés, y con quien compartía aquellos instantes tan imprescindible de su existencia.

... continuará.