sábado, 7 de enero de 2012

- Yo sin ti -




Y aun te preguntas porque.

En apenas 15 minutos todo cambio. La luz se hizo mas tenue, las sonrisas se convirtieron en muecas de asombro, de estupefacción. Rugió el motor enfurecido. La ultimas gotas de lluvia resbalaron sobre el parabrisas del camión. Su rostro mostraba alegría momentos antes de encontrarse contigo. El calor se hizo insoportable. La partitura de la ultima canción se deslizo temblorosa entre sus manos. El silencio convirtió el momento anterior en expectante.

Muchas veces cuando las sirenas sonaban a lo largo de la avenida te preguntaba quien podría necesitar sus prisas, sus semáforos cruzados en rojo, su insistente ulular, sus luces titilantes inundando la calzada de tonalidades anaranjadas.

La noche se hizo insostenible, constante cuando las miradas de los transeuntes no se fijan en las extrañas circunstancias que los rodean. El tic-tac del reloj no marcaba mas de las 10, cuando la vida tomo un suspiro. El retrato abstracto de sus caricias había desaparecido y se convirtió en algo insustancial, tan efímero como un descuidado bostezo de incomprensión.

Nadie se percato de que en su fuero interno, las tristezas son antítesis de las sacudidas eléctricas de pasión, que el color rojo de sus labios nunca se podria anteponer al verde incesante de su mirada. Cuando aquel día se enamoro, no preveía encontrarse con su entelequia, con su soporte vital.

Había amanecido sin fuerza aquel día. Las nubes no presagiaban grandes instantes. El sol no parecía que tuviese ganas de aparecer, por eso se situó en el centro del salón y les insto a todos a salir a recoger el aire fresco e invernal. Gorros, guantes, manoplas, enormes y coloridas bufandas, acompañadas por extraños estampados en sus bragas, abrazaban sus cuellos intentando evitar que el frió se incrustase en sus cuerpos.

Las risas acompañaban sus airadas conversaciones, el mundo giraba incansable a su alrededor. Los extraños brillos de la lejanía se acercaban impavidos. Nadie se percato del inminente suceso.

Los cristales revolotearon por los aires. Un estruendo rompió en griterío. Las manos crispadas se alzaron intentando detener el tiempo. Apenas unos segundos después se percato de todo lo que había perdido. El conductor del vehículo sanitario se arrodillaba frente al cuerpo inerte de aquel fascinante ser, de aquella aura de paz que siempre sonreia ante las adversidades.

Eso es la vida. Estar y no estar. Dormir y despertarse. Arrodillarse y levantarse. Amanecer y anochecer. Risas y lagrimas. Verdad y mentira. Tu y yo.

Yo sin ti.

2 comentarios:

  1. mmmmm.... especialmente bello. GRACIAS

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  2. A ti, por tomarte la molestia de leerlo y dedicarle tu valioso tiempo y por la osadía de comentarlo con tu aprovación. Esta noches dormiré con una enorme sonrisa!!!

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