sábado, 14 de abril de 2012

¡Cuanto me cuesta ahora!

         

           Hubo un momento de mi vida donde los sentimientos fluían de la mano de mis pensamientos y entrelazados en palabras, se extendían al otro lado de mi existencia, desplazándose y plasmándose sobre unas inteligibles lineas, mientras sin consideración aporreaba arbitrariamente las teclas del ordenador.

          Algunas de las veces los efectos anestésicos del alcohol, que en ningún momentos llegaban a embriagarme, reparaban en las ultimas frases rebuscadas para poder escribir lo que en realidad no quería expresar, pero me atrevía a decir

        Otros de los momentos, era el reparador cansancio en mi búsqueda de empleo, el que, tras activar todos mis instintos de supervivencia, mientras aun permanecían en alerta mis sentidos, se apoderaban de mi hastió, y como poseído, que no poseso, exaltaba mis elucubraciones sobre las soporíferas paginas de mi blog.

          El tiempo paso, y me fui acostumbrando a reflejar mi estado anímico en alguna de las historias que descuidadamente acudían a mi mente, mientras tenia la fortuna de encontrar una melodía que acompañase y dictase los impulsos de mi corazón.

          Pero desde que encontré aquello que tanto anhelaba, desde que por fin estoy trabajando, he notado que intentar insertar alguna historia, algún relato, cualquier pequeño tema en el blog me cuesta horrores.

          Deduzco, que como el poeta desenamorado, me resulta mas fácil escribir desde el corazón compungido por cualquier adversidad que desde la tranquilidad reinante, cuando una aparente paz se apodera de mi vida,  y solo en ese instante, me entretengo en vivir, sin prestar atención a la cara oculta de mi yo, sin recalar en las improvisaciones de mi devenir en este mundo.

         Ante la disyuntiva de elegir, quisiera reírme al levantar el alba, y con tesón, sacrificio y mucho, mucho pundonor, conseguir alcanzar un plato de aliento caliente a mi familia, entregar orgulloso mi sufrimiento empapado en sudor a mi mujer y mis chiquillos y por la noche, cuando la amargura de la lucha me asaltase antes del ocaso del día, me permitiese poder acariciar mi oculta, dormida y recóndita sensibilidad y acercarme cadencioso a este rincón de mi mas intima identidad y poder trascribir mis experiencias con total armonía y agradable fluidez de otros tiempos.

         Pero al fin y al cabo, que más da, ya vendrán vientos más favorables que remuevan los olores de mi inquietud y me acompañen en esta singular afición y agradable tarea.
       
        Esta noche volví ... mañana, los dioses dirán.

       

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