sábado, 16 de julio de 2011

Al salir del Pub

          Apenas hacia cinco minutos que se había bebido su penúltima cerveza, por que la última, solía decir, que se la tomaría sin esperarla, pago la consumición con un billete grande y tuvo los arrestos o el descuido, de no recoger las vueltas.
          El fuerte contraste de la penumbra del pub, con el intenso sol de una radiante tarde primaveral del sur de España, le hicieron buscarse con premura sus ridículas pero eficientes gafas de sol. Se caló su gastado sombrero panamá de lino beige con la banda de linen marrón oscuro, que le daba siempre ese aire de indiano que casi todos solían reconocer y se interno en el casco antiguo sin percatarse de que le seguían.
          Le agradaba distinguirse del resto de sus vecinos, no por ser mas notorio en especial, sino por tener la absoluta certeza de que su solida personalidad le hacia distinguible en cualquier plano de la vida.
          Camino durante un breve espacio de tiempo rebuscando algo insistentemente en los bolsillos de su americana de tela gabardina, blanca marfil, que en su descuido, llevaba marcada en el codo de los restos de la barra de lo que llegaba a ser como su segunda casa.
           El Miguelangello Pub's, era un pequeño antro de corte irlandés que se había asentado en la localidad hace mas de 10 años de la mano de un pelirrojo de Cubillos, un pueblecito al norte de Zamora, que cuando llego, y se enfrento a la tesitura de montar o bien un tablao flamenco o abrir algo más novedoso, el aspecto que le infería su espeso cabello cobrizo y sus innumerables pecas, le hicieron tomar la incuestionable decisión de optar por la opción dublinesa.
           Formó parte de su vida una noche, cuando entro para comprar tabaco, y al solicitar cambio, se vio obligado a beberse una de sus exquisitas e inconfundibles pintas de O'hara, que le encandilaron hasta tal punto, de cambiar para siempre su color negro tostado, que solo Miguel Angel servia en su establecimiento, por las inconfundibles rubias tipo Pilsen que asediaban Andalucía.
           Poco antes de llegar al destartalado portal de la pensión donde vivía actualmente, se trastabillo con una de las innumerables baldosas levantadas de la acera, con la fortuna de no tocar el suelo con la nariz, pero distinguir como en un destello sobre el cristal ahumado de un coche aparcado en las inmediaciones, el enigmático rostro de un desconocido que le había pedido la hora cuando apuraba anteriormente su bebida...

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